jueves, 30 de octubre de 2014

Esta quincena GURB dedicado al periodismo

Estimado Gurb:
Pedro I, llamado por unos el Cruel y por otros el Justiciero, fue un monarca que reinó en Castilla y León de 1350 a 1369. Segundo hijo legítimo del rey Alfonso XI y de María de Portugal, comenzó a reinar a la edad de quince años por haber muerto el primogénito. Su padre tuvo una amante, la hermosa Leonor de Guzmán, que le dio varios hijos bastardos. Desde el comienzo de su reinado, Pedro I, que al comenzar a reinar había apartado de la corte a Leonor y a sus hijos, estuvo amenazado por sus hermanastros que protagonizaron numerosas rebeliones contra él, siendo el tercero de ellos, Enrique de Trastámara, el que encabezara una guerra fraticida contra el rey: la llamada Primera Guerra Civil Castellana. Enrique venció y comenzó a reinar como Enrique II de Trastámara, inaugurando así el reinado de una nueva dinastía en Castilla.
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sábado, 11 de octubre de 2014

Nueva entrega de la revista GURB. Artículo y viñeta dedicados a los asesinos etarras.

Estimado Gurb:
Ayer me levanté algo “lombrosiano” y me dio por estudiar en profundidad el crimen; así que, tapándome la nariz y la boca con una mascarilla quirúrgica, decidí analizar un espécimen bien representativo y me entrevisté con un etarra. El etarra, al contrario de lo que podría parecer, no sólo me dijo cosas muy interesantes e ilustrativas acerca de su naturaleza, sino que, además, estuvo de lo más cordial. Fíjate que lo primero que hizo al llegar fue estrechar mi mano con su pezuñita… Lo cierto es que no te puedo decir si el etarra en cuestión era hembra o macho porque llevaba puesto sobre la cabeza y debajo de su chapela una capucha de esas que tanto evidencian por su blanco inmaculado la ascendencia aria. Como debajo del jersey de lana vi que tenía bultitos, pensé que tal vez era una hembra de crianza y que los bultitos eran los diez o doce pezones sanos necesarios para alimentar a su camada. No obstante, como también podía ser que los bultitos no fueran pezones nutricios sino pistolas asesinas que se le hubieran quedado olvidadas después de esa obra maestra de la dramaturgia cómica mundial que fue el desarme ante la Comisión de Verificación, pues sigo con la duda acerca del sexo de mi ejemplar etarra. En cualquier caso, tras los saludos de rigor, una vez que el etarra terminó de comerse un paquetito de bellotas que yo le había llevado como muestra de mi buena voluntad, nos sentamos a charlar.
—¿Se puede vivir con tantos crímenes en la conciencia? —le pregunté mientras él me olfateaba.
—¡Oink, oink! —respondió el etarra moviendo graciosamente su rabito enroscado para espantar la molesta nube de moscas que le seguía.
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