LAS
MANOS DE MONTORO
Por José Luis Castro Lombilla
Poco
podía imaginar Maurice Renard en 1920, cuando escribió Las manos de Orlac, que su obra iba a servir, pasados los años, de
oportuna inspiración para Cristóbal Montoro. Sin poner en duda que haya leído
la novela de Renard (o incluso cualquier otra, cosas más raras se han visto),
yo sin embargo me inclino a pensar que el conocimiento de tan inquietante
historia le viene dado a nuestro ministro de Hacienda más bien por el tenebroso
imaginario cinematográfico legado por el expresionismo alemán. Alguno de esos
empecedores que obviando cínicamente sus innegables aciertos sólo critican al
gobierno del PP por sectarismo ideológico, podrían decir que el ministro
Montoro parece él mismo salido de una de esas películas; mas sólo sería una
impertinente muestra de esa ceguera que impide reconocer la extraordinaria
liberalidad que timonea los actos de este servidor público. Ajeno a estos
posibles chistecitos de salón, el Ministerio de Hacienda va a incluir dentro de
su plan de austeridad presupuestaria a las ayudas para trasplantes, y a mí no me
cabe la menor duda de que lo hace alertado por los efectos perniciosos que esta
práctica quirúrgica puede tener en los pacientes. En Las manos de Orlac, un
pianista al que le han trasplantado las manos de un asesino después de que él
pierda las suyas en un accidente se convierte también en asesino. Me imagino a
Montoro recordando las turbadoras imágenes de la adaptación cinematográfica que
hizo Robert Wiene en 1924, con la magnífica interpretación de Conrad Veidt como
aterrorizado pianista, y comprendo perfectamente que haya decidido salvaguardar
la integridad física y moral de todos los ciudadanos. Hasta ahora creíamos,
incluso con cierto orgullo, que España era un país líder en materia de donaciones,
un país solidario; pero la drástica decisión del ministerio viene a ponernos
los puntos sobre las íes alertándonos del riesgo que corremos si se sigue
ayudando a la Organización Nacional de Trasplantes. No somos solidarios sino
imprudentes. Hígados, riñones, corazones, pulmones, pancreas, intestinos...,
¿cuántos órganos se han estado trasplantando temerariamente en estos años de
despilfarro y demagogia? ¿Cuántos asesinos por haber recibido un corazón
inadecuado habremos creado con nuestra inconsciente política sanitaria...? Si
un funesto accidente me cercenara ahora mismo las manos, yo no me lamentaría
por que este nuevo recorte gubernamental me dificultara la posibilidad de tener
un donante como tuvo Orlac, no; me lamentaría sólo porque esa incómoda
situación me impediría aplaudir convenientemente, como ahora mismo aplaudo, a un
ministro capaz de enfrentarse incluso a la razón por alcanzar el sagrado
objetivo de obedecer con ímpetu ovino a la Merkel. Sigo pues aplaudiendo mientras animo a don
Cristóbal y a todo el gobierno para que continúen con su noble afán: ese afán
de convertir a España en un siniestro decorado de película expresionista.
Alemana, por supuesto.
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