sábado, 23 de mayo de 2015

Nueva entrega de la revista GURB. Dedicada a las elecciones, claro.

Desocupado Marciano:
Sin juramento me podrás creer que hace unos días, cuando estaba leyendo el Quijote para celebrar el cuarto centenario de su segunda parte, llegó el cartero con quince mil doscientos setenta y cinco millones de folletos de propaganda electoral. Yo me di a leerlos todos con tanta afición y gusto que olvidé casi de todo punto el ejercicio de la lectura literaria, y aun la administración de mi hacienda; y llegó a tanto mi curiosidad y desatino en esto, que vendí muchas fanegas de tierra de sembradura para comprar más folletos en que leer, y así, llevé a mi casa todos cuantos pude haber dellos; y de todos, ningunos me parecían tan bien como los que compusieron los gabinetes de propaganda del Partido Popular y del Partido Socialista, porque la claridad de su prosa me parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros donde en muchas partes hallaba escrito: “La razón de la sinrazón corrupta que a mi razón política se hace, de tal manera mi razón partidista enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura votante”.
Con estas razones, claro, yo perdía el juicio, y desvelábame por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello.
En resolución, me enfrasqué tanto en la lectura, que se me pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer majaderías se me secó el cerebro, de manera que vine a perder el juicio. Llenóseme la fantasía de todo aquello que leía en la propaganda electoral, así de encantamientos laborales, como de pendencias sectarias, batallas dogmáticas, desafíos reformistas, heridas económicas, requiebros manipuladores, amores ideológicos, tormentas y disparates prometedores imposibles; y asentóseme de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía, que para mí no había otra historia más cierta en el mundo y, rematado ya mi juicio, vine a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que me pareció convenible y necesario hacerme candidato andante...
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